Abdeslam, 18 años, Nador (Marruecos)
Risueño y confiado. Son dos palabras que describen a la perfección el carácter de Abdeslam (nombre ficticio). Tiene 18 años y es uno de los jóvenes marroquíes que reciben el apoyo de la Asociación Marroquí para la Integración de Inmigrantes. “Conocí la asociación a través de otra persona y me ha ayudado mucho con muchas cosas: con el piso, con los estudios, con la documentación… Nuestro educador, Javi, nos cuida mucho”, cuenta.
Solo tenía trece años cuando decidió marcharse de Nador, cruzando la frontera para llegar a Melilla. “Quería cambiarme la vida y aprender español”, resume. Allí permaneció hasta que cumplió los 18 años, acogido en el centro de menores La Purísima, conocido por las condiciones de hacinamiento y por las numerosas denuncias que ha acumulado en las últimas décadas.
Pero Abdeslam afirma que allí estuvo bien porque, al fin y al cabo, consiguió lo que fue buscando: su documentación. Gracias a eso, a diferencia de tantos menores y jóvenes migrantes, pudo comprar un pasaje de barco para llegar a Málaga hace seis meses. No tuvo que arriesgar su vida, como hacen a diario decenas de chicos que tratan de esconderse en camiones.
No obstante, se encuentra ahora mismo en una encrucijada. Ha perdido la tarjeta de residencia y, tras denunciarlo ante la Policía, ha iniciado los trámites para volver a recuperarla. “Ya solo me preocupa mi documentación”, confiesa, momento en el que se pone serio. Lo demás, va bien, dice. Vive en el piso que la Asociación Marroquí tiene en Casabermeja para acoger a jóvenes extutelados, donde hace vida con otros cinco chicos, y por las tardes termina de estudiar la ESO.
Según sostiene Abdeslam, le gustaría trabajar “de lo que sea” y reunir el dinero que haga falta para marcharse legalmente a Alemania, donde tiene varios miembros de su familia. Mientras tanto, va dando los pasos necesarios e intentando sortear los obstáculos que puedan aparecer para continuar avanzando en su sueño europeo.