Ahmed, 19 años, Tetuán (Marruecos)
Ahmed tiene 19 años y es uno de los jóvenes que están acogidos en el piso de Málaga de la Asociación Marroquí, donde vive desde hace cinco meses. Tiene una sonrisa tímida, pero pocas veces la pierde. No la borra cuando habla de lo mucho que le gusta el fútbol o de las notas que está sacando en el instituto, donde cursa 4º de Educación Secundaria para Adultos. "Saco siete, ocho...", dice. Tampoco desaparece cuando cuenta cómo ha sido hasta ahora parte de su periplo migratorio: "Vine a Málaga sin conocer a nadie, pero ahora estoy contento".
Este joven tenía 17 años cuando subió a una patera en Tetuán, su ciudad natal. Recuerda que viajó con unas 15 personas y que estuvieron dos días a la deriva hasta que la embarcación llegó a un pueblo costero de Málaga, aunque Ahmed no se acuerda del nombre. De nuevo, reacciona con una sonrisa cuando se le pregunta sobre cómo fue la travesía. "Todos llegamos bien, eso es lo importante", responde.
Tras identificarse como menor, Ahmed fue trasladado a un centro de menores en Torremolinos y comenzó a estudiar el castellano. Más tarde le trasladaron a un centro en Granada y, luego, a otro, en Almería. Fue allí donde cumplió los 18 años, viéndose en la difícil encrucijada que atraviesan los jóvenes tutelados cuando cumplen la mayoría de edad. "Me fui a un albergue, pero a los pocos meses me marché, no me gustaba", cuenta.
Tras abandonar el recurso decidió que vendría a Málaga, donde tuvo su primer contacto con la Asociación Marroquí para la Integración de Inmigrantes. "Al llegar estuve durmiendo en el albergue de San Juan y allí me aconsejaron que me acercase a la asociación para apuntarme a estudiar", recuerda. Desde hace cinco meses duerme en uno de los dos pisos de acogida de la organización, donde comparte la vivienda con otros cinco jóvenes ex tutelados.
Ya ha cursado una formación como auxiliar de restaurante y, desde septiembre, Ahmed ha retomado sus estudios para finalizar la Educación Secundaria. "Las asignaturas que más me gustan son Sociales y Lengua, se me dan bien", dice, con cierto orgullo.
Sus sueños, como los de tantos jóvenes, pasan por tener los papeles en regla y conseguir un contrato de trabajo. Para eso vino, para buscarse la vida. "Aprendí mecánica en Marruecos y me gustaría trabajar de eso", afirma. Ahmed cuenta con lo más importante para conseguir su propósito: ganas y determinación. Y una sonrisa que casi nunca pierde.